VAN VAN: Música sin fronteras

Van Van es la música sin fronteras, la que nos llegó y se nos quedó en esta Cali Caribe; nunca me he preguntado cuál es la identidad política de Juan Formell, pero por lo sucedido en su gira por Miami y en algunas entrevistas que le oído, a pesar que Él es reacio a tocar el tema, se siente que es afecto al Régimen Castrista; pero bueno, nunca ha sido mi interés cuestionar o alabar las filiaciones políticas de los artistas, es como darle ponderancia a los comentarios que sobre VanVan pudieran hacer algunos de nuestros políticos locales.
Volviendo a la música, VanVan estuvo atómico como siempre, con la plana mayor de sus vocalistas a bordo; sorprende la inclusión de trompetas y timbal en la banda, y me erizó especialmente el pregón improvisado de Roberto “Guayacán” cuando en el disco Chan Chan dice “Que bueno tener la presencia de un amigo colombiano, tiene la camisa negra pero la paz en la mano”; le salió todo bien a Juanes, discursos neutros sin ninguna filiación en especial, hablando de los valores que trascienden los colores y las fronteras, como son la paz, la libertad y la amistad.
No soy afecto a los copy-paste, pienso que un blog debe tener conceptos propios y personales, es su naturaleza per se, pero como el que mejor habla de la feria es el que está en ella, me he tomado la licencia de compartirles los comentarios del concierto Paz Sin Fronteras hechos por Yoani Sánchez, amiga cubana de la Generación Y, aquellos nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración, cuando la otrora potencia soviética era la gran benefactora; aquí su reflexión:
"Mañana amanecerá como cada lunes. El peso convertible seguirá por las nubes, Adolfo y sus colegas tendrán otro día tras las rejas en la prisión de Canaleta, mi hijo escuchará en la escuela que el socialismo es la única opción para el país y en los aeropuertos nos seguirán pidiendo un permiso para salir de la Isla. El concierto de Juanes no habrá cambiado significativamente nuestra vida, pero tampoco fui a la Plaza con esa ilusión. Sería injusto exigirle al joven cantante colombiano que impulse aquellos cambios que nosotros mismos no hemos logrado hacer, a pesar de desearlos tanto.

Estuve en aquella explanada para comprobar cuán diferente puede ser un mismo espacio cuando alberga concentraciones organizadas desde arriba o cuando cobija a un grupo de personas necesitada de bailar, cantar e interactuar, sin la política de por medio. Fue una experiencia rara estar allí, sin gritar una consigna y sin tener que aplaudir mecánicamente cuando el tono del discurso apuntaba que era el momento de ovacionar. Claro que algunos elementos sí se parecían a los de cualquier marcha por el primero de mayo, especialmente la proporción de policías vestidos de civil dentro del público.

Ciertos detalles técnicos resultaron incómodos. El audio no se escuchaba bien, la pequeña pantalla que reproducía lo que ocurría sobre el escenario no se veía en la distancia y la hora elegida era inhumana, por coincidir con los peores momentos del sol. Por suerte se nubló después de las cuatro y los que estaban atrincherados debajo de los pocos árboles se lanzaron a bailar con Orishas. Son detalles a superar en la próxima presentación que hará Juanes en Cuba, esa donde no abundarán las fallas técnicas y en la que sí podrán cantar los excluidos de esta tarde.

Si vemos la presentación de este 20 de septiembre como el ensayo general del concierto que algún día tendremos, entonces hay que felicitar a los que participaron. Incluso si no hubiera otra y la Plaza retomara sus solemnidad y su grisura, al menos esta tarde de domingo vivimos algo diferente. En un sitio donde se ha sembrado sistemáticamente la división entre nosotros, Juanes –al caer el sol- ha gritado “¡Por una sola familia cubana!”